La columna
vertebral es una pieza clave en nuestro cuerpo. Está construida de
una forma tan fascinante que le permite soportar enormes cargas de
presión, esfuerzo y movimiento simultáneamente.
Como
componente axial central del cuerpo humano, la columna está
compuesta por huesos (las vértebras), los discos intervertebrales y
muchos ligamentos que tienen función de sostén. En ella se
diferencian tres regiones relativamente móviles: la región
cervical, dorsal y lumbar, y dos zonas inmóviles: el sacro y el
cóccix. El tamaño y la rigidez de las vértebras aumenta
progresivamente desde la zona cervical hasta la lumbar, dependiendo
de las funciones que se desempeñan en cada región. Desde la visión
lateral de la columna, ésta adquiere forma similar a una “S”,
por sus curvas fisiológicas.
De los
arcos vertebrales nacen las apófisis vertebrales, que articulan con
las vértebras vecinas. La superficie articular posee diferentes
inclinaciones y ángulos en cada región, para facilitar los
movimientos de flexión, inclinación y rotación. Además, está
recubierta por la cápsula articular, provista de terminaciones
nerviosas muy finas, que incluyen fibras nociceptivas (relacionadas
con el dolor).
Un
segundo punto de vital importancia es el papel de la musculatura de
la espalda, situada longitudinalmente a izquierda y derecha de la
columna, formada por muchas fibras musculares aisladas cortas y
largas que unen los cuerpos vertebrales entre sí, los estabiliza y
los mueve. Ésta musculatura, junto a los ligamentos, se encarga de
mantener el cuerpo en posición recta al estar de pie o sentados,
evitando caer continuamente. Además, para conseguir una
estabilización óptima de la columna vertebral y evitar así muchos
dolores de espalda, son fundamentales el abdomen, como estabilizador
activo, y el tórax junto a las costillas.
Los dolores
de espalda esporádicos, agudos y, a veces también, crónicos que
sufre un porcentaje alto de la población adulta y no tan adulta, son
mucho más comunes en los países desarrollados debido a la calidad
de nuestro sueño (camas blandas, pocas horas…), de nuestro calzado
(estrecho, llano, duro…), la cantidad de tiempo que pasamos
sentados (en el trabajo, en nuestro tiempo de ocio…), la deficiente
actividad física que desempeñamos y una ejecución incorrecta de
las técnicas deportivas, problemas de sobrepeso, mala alimentación
(pocas vitaminas y excesivas grasas y proteínas), la falta de
ergonomía postural (posturas mantenidas, trabajos repetitivos…),
la falta de información, el estrés al que estamos sometidos en la
sociedad y otros aspectos emocionales. Como consecuencia, la
musculatura encargada de estabilizarnos, poco entrenada, se vuelve
flácida (débil) y no puede desempeñar su función, por lo que,
trata de buscar una solución solicitando ayuda de los músculos
dinámicos (no preparados para estabilizar). Es en este punto donde
comienzan a aparecer los dolores de espalda más comunes.
Sin
embargo, muchas personas que padecen graves lesiones de la columna y
no refieren ningún tipo de dolor durante su vida, pues están bien
entrenadas, hacen ejercicio físico, siguen una alimentación
adecuada y saben relajarse.
De
modo que, está en nuestras manos el poner remedio a este tipo de
dolencias influyendo en el estado de nuestra columna, pues podemos
eliminar las causas principales de los dolores.
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